jueves, 7 de septiembre de 2017

YA VOY POR MIS ALAS

Recuerdo claramente cuanto tenía 7 años y amaba el teatro, amaba ver los musicales desde mi televisión, esas TV´S que pesan demasiado, a veces pasaban musicales a las 10:00 pm y yo trataba de mantenerme despierta para verlos, no siempre lo lograba. Deseaba subir a un escenario, interpretar a otra persona, darle vida a un personaje. Soñaba con bailar y hacer feliz a la gente.

Descubrí que la pasión existía, descubrí que un pequeño salón con desconocidos era el comienzo de algo grande. Mi madre hacía el mayor esfuerzo por complacer "mi pasión" me inscribió a algunos talleres, de verdad yo quería actuar por el resto de mi vida, estudié por aquí y por allá, nunca terminaba los cursos; ya saltaba a otro. Bailaba escuchando una canción, sabía que eso que me impulsaba a moverme era lo que me permitía vivir.

Aprendí mirando a otros, aprendí de cómo movían los pies para crear un nuevo paso en la coreografía. Que bestia!!! amaba eso, amaba sentir correr la sangre por mi cuerpo, era un despertar que nadie más sentía, que nadie más entendía a mi alrededor.
Terminé el colegio y casi por obligación terminé yendo a una academia, esas para dar el gran salto a la universidad; pero no sé que hacía ahí haciendole gastar dinero a mi madre cuando de verdad no me importaba ir a la universidad. Yo sólo quería ingresar a la ENSAD a la escuela de arte dramático, sólo quería actuar y mover mi cuerpo, quería bailar.

En el camino fuí encontrando personas con ciertas pasiones que me hacían creer en mí. A las semanas de entrar a la pre de la ENSAD, caí enferma, no fuí más. Me aterroricé y sentí que no podía hacerlo. Ya casi tenía 18 años, conocí el miedo, el fracaso, sentí claramente y ví que el mundo no era cómo lo vemos o cómo nos lo pintan cuando somos niños.

Cuando veía una función de teatro o veía un musical de Broadway, lloraba, pero de verdad lloraba a mares. Era frustración de la mano con mi pasión. Nadie entendía porqué lloraba o porque me impactaban tanto, nadie entendía que hay personas que sentimos más que otras.

Eso era lo mío, era lo que amaba. Debo recalcar que terminé estudiando Comunicaciones en un instituto de la Av Arequipa; conocí personas increíbles que aún tengo en mi vida. De verdad... mi madre ya quería meterme en una caja y mandarme a otro lado del planeta porque no sabía que hacer conmigo. No ingresé a la universidad, no terminé la ENSAD y de pronto nos vimos caminando en la Arequipa viendo que hacer con mi vida; así no debe de ser!!!!!!!! Pero así fue pues.

Me gradué, Tuve un trabajo increíble que terminó mal. Estuve por los cielos, conocí y exploré mis otras pasiones. Luego caí, caí de la manera más terrible que una persona puede caer. Terminé dopada 24x7, durmiendo todo el día porque mi psiquiatra lo recomendó. Tenía un cuadro de estrés tan profundo sumandole la depresión y la ansiedad. Sentía claramente que mi vida había pasado, seguia durmiendo todo el dia. Lloraba por ese amor que me dejó, por lo que no duró, por lo que tenía y lo que no. Lamentaba los pasos que no dí y las tonterías que hice. Y cuando me dí cuenta tenia un bebé en mi barriga, (esa es otra historia) ya no podía retroceder, que le iba a decir a mi mamá!!!


"Mi bendición" había llegado a mis 23 años. El padre de mi hija, uno de mis mejores amigos que ya ni me podía ver en pintura, fue un embarazo muy doloroso, muy triste; de verdad nadie en la vida te prepara para un hijo, nadie te prepara ni te dice que vas a llorar junto a ellos, nadie te dice que el amor que sentirás es un sentimiento que no deberiamos sentir jamás (que valga la redundancia). Si aún no tienes hijos, es mejor que no los tengas, usa condón, lleva esos preservativos a todos lados porque luego no hay marcha atrás. Si tienes un hijo te cagaste porque ese sentimiento no te lo da nada en la vida, nunca más vuelves a dormir como antes, ese sentimiento es lo más alucinante de mi vida. ella es lo que me impulsa a seguir día a día luchando con mis demonios internos. Tener un hijo asi no sea planeado (o incluso planeado) te cambia la vida. Tal vez lo dejes a cargo de alguien, tal vez desaparezcas y lo dejes en la puerta de una iglesia pero ya tuviste un hijo y nunca más serás la misma persona.

Tengo 27 años y puedo palpar mi vida, las penas y alegrias. La valoración de las personas, el crecimiento, los sentimientos. 4 años y un poquito más pasaron para volver a ver una puesta en escena, ver la energía de los actores, todo el trabajo de una producción, las luces, el humo, los gestos, la actuación.

Ayer lloré como no había llorado hace mucho, con un nudo en la garganta, inmovil, sola, sin mi Vale. Lloraba porque veia pasar mi vida tipo película. Quería salir corriendo y sentarme a llorar toda la noche. Qué estoy haciendo con mi vida, con mis ilusiones, con lo que le quiero enseñar a mi hija, qué demonios estaba suciendo conmigo. Dónde había quedado la mujer segura que solía ser, decidída, la organizada. Veía la energía de los actores y sabía que una de las pasiones más grandes en mi vida había sido enterrada, la crucifiqué porque no me creía capaz de seguir. Me limité, me corte las alas, yo solita me las corté y si no iba al teatro ayer, nunca iba a darme cuenta que ya sufrí, ya lloré, que debo lamer mis heridas y perdonarme por cada acto del pasado y reinventarme. Que aunque tenga 27 años y unos kilos de más, no es tarde, no es tarde para volver a cargar mi caja de producción y volver a tener éxito. No es tarde para volver a un escenario. No es tarde para organizarme, para re enamorarme, para enamorarlo de nuevo. No es tarde para seguir ayudando, para transmitir lo poco que sé y dejar el mundo mejor de lo que lo encontré.

No es tarde para tomar ese vino, no es tarde para arreglar mis finanzas. No es tarde para salir a correr y motivarme. No es tarde para dejar de bailar en mi cuarto y hacerlo mostrando lo que siempre he sabido hacer en el lugar correcto.

Ver el mundo que me estuve perdiendo, el mundo que no lo estoy enseñando a mi hija, ella sabe de mis ilusiones, se lo he contado desde la barriga, pero no sabe cómo soy en acción. Y no me perdonaré si no le enseño a mirar de frente recogiendo sus alas para luego poder volar.

No importa si tengo que comenzar desde menos cero, no importa si para volver a lograr mis anhelos tengo que hacerlo desde abajo, volviendo a jalar cables para aquel productor que al inicio parece malo pero que en el camino te enseña. No importa si tengo que volver a trabajar en un lugar que nada tiene que ver con lo que hago o estudie, no va a importar porque ayer mientras caminaba por la residencial San Felipe respiré recuerdos y me abrí un espacio para ver atrás con una sonrisa y seguir adelante. Porque lo que haga de ahora en adelante tendrá un propósito y no sólo será para salvar el mes o el día.